Paranoia Candy Blues - Boom Boom Kid
Me sería imposible relatar hechos cronológicamente. Tengo que recordar mucho. En realidad el recordar no me molesta, pero siento que el principio de esto que escribo, es el fin de mi vida como loser. Cuando empezaste a leer esto, tal vez por mera curiosidad, te hablé de una transformación, de cómo un loser se fue haciendo un prototipo de Casanova. Si te tengo que contar la verdad, fue en el momento que no era ni loser, ni “loser con onda”, que las situaciones me llevaron a sentirme un tipo que con palabras envuelve, hasta sin intenciones, a las mujeres. Eso desencadenó en pensamientos que me llevaron a empezar este “proyecto”. Adoro esa palabra. Decir “proyecto” da un status especial a lo que sea que quieras emprender, así sea una banda clandestina que se dedica a romper piernas por el sólo hecho del placer por el sufrimiento ajeno. Este proyecto comenzó en el final. Cuando me di cuenta de que no me costaba nada tener a una chica con la que simplemente hablaba; una compañera de la facultad, una conocida que no veo hace años, o simplemente una persona que llegó a mi vida por motivos random. De repente, todas las chicas con las que me fui relacionando se fueron haciendo más que compañeras o amigas, lo cual en un punto, si tengo que pensar en mi vida de loser, debería haberme puesto feliz, pero no es así. De un día para el otro todo cambió, no sé si a mi voluntad o por fuerzas que jamás entenderé, y que maldigo, sí, te hablo de destino nuevamente. Concretamente mi cabeza estalló, de buena manera, cuando recibí el beso de una chica, que no era precisamente la “chica de mis sueños”. Si bien, en un primer momento busqué un nuevo agujero donde meter mi miembro, cuando ella me besó fue el fin de mi propia concepción, de mi mirada sobre mí. No había hecho nada más que hacerla reír, jugar a hacerle cosquillas y de la nada me encontré en su casa, y ella posando sus labios sobre los míos suavemente, y sospecho, hasta ahora, que con cariño. Recuerdo que cuando salí de su hogar, pedaleaba sin entender nada. No podía excusarme. Si bien, ella me besó, yo lo recibí. Y minutos después yo la besé, y cuando decidí irme, nuevamente la saludé con un beso en la boca. No entendía mis reacciones. Por primera vez, no entendí mi propia mecánica. Sólo me dejé llevar por el impulso ¿Impulso? Eso fue lo primero que me planteé, definitivamente no fue un impulso. Lo hice con la mecánica de un tipo que repite ese acto, no sólo con esa chica, sino que con todas. No sé si empezó a ser un trauma, pero definitivamente, ese día hubo un quiebre en mi ser y la necesidad de buscar otra identificación que no sea la del loser. Ya no cabía esa posibilidad.
La situación se da de esta manera. Yo voy a ver a esta chica porque repentinamente se enfermó, y acá debo decir; hay veces que peco de buenudo, casualmente, pequé de eso esa vez, una vez más. Entendía que la chica en cuestión era una ex compañera de colegio, que gracias a la maldición más grande, para los idiotas como yo, Facebook hizo que la encuentre nuevamente. Si no me fallan los tiempos, diez años pasaron desde la última vez que nos habíamos visto, y si no es así, está por ahí nomás. El tema es que, peco de buenudo, como dije anteriormente. Yo la volví a ver porque era una persona que no veía hace mucho, sean 10 u 8 años, sigue siendo un tiempo considerable. Lo que no consideré es que en esos años, yo cambié y ella también. La primera vez que nos encontramos sólo tomamos un café en un Mc de la zona. Hablamos de viejos recuerdos, de cosas que nos pasaron y a ambos nos tocaron en lo que fue nuestro colegio. Luego, no sé por qué razón, dejamos de vernos por casi un mes, o algo así, sin embargo al tiempo volvimos a encontrarnos. La diferencia es que no fue un lugar random, o neutro. Ella vino a casa. Tomamos unos mates, y sé, tomamos unos mates sin ninguna connotación sexual, y después nos colgamos a ver animé en mi cuarto. La pasamos, a mi parecer, genial. La acompañé a la parada a que se tome su bondi y nunca pensé que podía pasar nada. No pasó. Dos o tres días después volvió a mi casa. La diferencia fue que compartimos mi cama. Yo les cuento: soy un tipo que no tiene la necesidad de coger siempre que esté acostado. Soy lo que digo. Si yo invito a una persona a dormir la siesta, eso no incluye un wascazo en el ojo de la invitada, nada más lejano de la realidad. “Vení a dormir la siesta” significa eso; dormir la siesta. Estábamos acostados uno a lado del otro, pero yo no le toqué un pelo. No sé, no podía. Cuestión que tenía a una hermosa mujer en mi cama, jugando de palabra, y no moví un dedo para hacer algo. Estaba al lado de ella, pero no la toqué con mi cuerpo ni una sola vez. Detalle que ella se encargó de hacerme notar a la noche en el carachat, diciéndome: “La verdad que sos un diez. Me tuviste en tu cama lo más pancha y no me tocaste un pelo”. Un diez, para muchos de ustedes, un boludo. Lo admito. Por cierto, esta chica, no es una chica que uno dice que es “pasable”, mirando los estándares de los que hablé en un primer momento; se partía sola, por ende y simple deducción ¿Quién iba a pensar que iba a tenerla al tiro de garcharla? En fin, no pasó nada.
Habrá pasado una semana, o una cosa así, que la volví a ver. La fui a visitar porque estaba enferma y me pidió que vaya, total, era como ver a cualquier otra amiga en esa situación. Estábamos en su cuarto y hablábamos de cosas boludas, como cualquier charla que puedo tener. En un momento, me muestra unos dibujos que hacía. Si hay algo que me di cuenta, es que talento no le faltaba para esto. Ella se puso al lado mío, pasaba de una hoja a la otra, mientras yo quedaba fascinado con los diseños e imaginaba los tatuajes que podía hacerme con ellos. De repente, el silencio inundó la habitación. Ella me miraba, y con este diálogo se termina de explicar la situación:
-No me gusta que me miren fijo y mucho menos tan cerca.
-¿Querés que deje de mirarte?
-Me ponés muy nervioso...
-¿Querés que deje de mirarte?
Suavemente apoyó sus manos en mi cara. La da vuelta y me da un sutil beso. Una vez más había pasado, pero esta vez el mundo se le cayó a pedazos. La concepción de loser había perdido fuerza, inclusive la concepción de "loser que le pone onda". Ya no era eso. Ya no había necesidad de esforzarse por ninguna mujer, sin más estaba en sus brazos y besándome. No era un winner, pero definitivamente esto ya no era ser loser. La transformación estaba completa, pero ya no la quería. Anhelaba más que nada en el universo, ser el loser que todos habían conocido alguna vez. Ya no era diferente, era un "gato" más ¿Habría retorno de ese camino?Yo no creo que igual esa sea la pregunta indicada al malestar que siguió después de este beso. El malestar vino por otra cosa. Hace unos pocos meses, después de años de esperar, estaba con la chica que yo defino como “la chica de mis sueños”…
No debería haber subido esta foto, precisamente. Ustedes no saben, yo no sé, listo. Tudu bon, tudu legal.